• Porque vivimos una revolución social, del aprendizaje y el conocimiento, sin precedentes. Las tecnologías de la información y de la comunicación han determinado hábitos y usos diferentes creando un contexto social, tecnológico y cultural desconocido.
• Porque el modelo educativo actual está agotado: reproduce el sistema productivo industrial y no prepara a nuestros jóvenes para un mercado laboral global e incierto.
• Porque la responsabilidad de un 30% de fracaso escolar no es exclusiva de los alumnos. Todos los agentes sociales deben realizar el esfuerzo de transformar su participación en el modelo.
• Porque la calidad del sistema escolar compromete directamente la capacidad de innovación y la competitividad de nuestro país. La inversión en educación y los resultados no van de la mano. España no puede asumir la pérdida de un 50% de su talento.
• Porque nuestros alumnos asumen una nueva identidad: la de nativos digitales. Tienen derecho a nuevos entornos de aprendizaje y desean contribuir a su creación.
• Porque el sistema productivo se encuentra también en un proceso de transformación y crisis. Tres de cada cuatro niños trabajarán en el futuro en profesiones que aún no existen.
• Porque un creciente número de educadores reclama la profesionalización de su actividad, un mayor reconocimiento social y un rol distinto.
• Porque el verdadero debate sobre la transformación del sistema educativo en la etapa escolar todavía no se ha producido.
• Porque la sociedad entera debe participar y comprometerse con este debate, reconocer su relevancia y exigirle mejores resultados al Sistema.
• Porque el aprendizaje desborda los límites de las aulas. Está, siempre, y en todas partes.
• Porque el objeto de la educación, en el Siglo XXI, ha cambiado.